El circo más grande del mundo

Pipe Olcina

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Nápoles, ¿qué tienes? Uno siempre acaba allí, con distintas gentes y diferentes excusas. Parece que sea el Vesubio mi destino. Lo será como poco, una vez al año, hasta que me mude donde tuve que haber nacido. Si alquilar en vez de comprar es sinónimo de tirar el dinero, nacer lejos de casa es despilfarrar billetes desde el cielo. Decía Galeano que volar es viajar dormido en el cielo. Largo letargo el mío.

Escribía Ana María Ortese: “Una vez por las calles de Nápoles, uno no puede dejar de moverse en una u otra dirección, sin ningún propósito. Una vez en Nápoles, la tierra pierde para uno buena parte de su fuerza de gravedad, ya no se tiene peso ni rumbo…” Nápoles no es una ciudad, es un mundo. O mejor, un microuniverso. No hay trayectos. Ni direcciones. Se pierde hasta el GPS. Allí he cometido todas las ilegalidades posibles al volante. El último día que estuve, cuando volví al coche vi que se había pasado toda la mañana mal aparcado, al lado del típico cartel: “Avisamos a la grúa”. Sin embargo, había un mural justo encima del coche: “Un poco de fe te ha salvado”. Nápoles es eso.

La ciudad exige al turista, siempre timorato, de los cinco sentidos. Es agresiva desde un punto de vista acústico. La razón es muy sencilla: sus paredes son de toba. No aísla nada. En Nápoles todos saben todo, incluso aunque no se quiera. Las voces son el ensimismamiento y la audición, el árbol del conocimiento. Allí, los balcones se rozan y otros se besan. Siempre hay una cuerda como última extremidad. Sobre esas cuerdas la noticia corre y se extiende dice Bellavista. Vehículo social. Es un tipo de acuerdo fraternal, una amnistía entre desconocidos. Por tanto, es ruidosa y porosa. También vigorosa.

“La pobreza se combina en Nápoles con la alegría”, escribió Goethe tiempo atrás. Cargada de vida. Nápoles no esconde nada. Ni sus miserias ni su exhuberancia. Para los napolitanos, nada de lo que sucede fuera de ella es realmente importante. Nápoles exagera la vida e incluso la misma muerte se ha enamorado de ella. Para alguien nacido allí, el destino está a sus espaldas, es provenir de allí. Todas las respuestas a la escatología están en Nápoles. El mito resulta consustancial al lugar.

Ciudad-causa. Todos allí nacen con una educación sentimental nerviosa. El cine lento de Sorrentino es la sátira contra su cuna. Populoso hervidero de alegres charlatanes y bohemios nostálgicos, museo desde donde nace el agua hasta donde duerme la lava. Por la noche, paraíso habitado por demonios. “No existe fuera de Nápoles circo más grande en el mundo”, dice Erri di Luca. “La ciudad mejor de Europa, y aun de todo el mundo”, dijo de ella Cervantes. Uno viaja a Nápoles para reencontrar algo que sabe perdido.

Ricomincio da tre

Nápoles recicla sus leyendas y baila sobre sus desgracias. Todavía más cuando la primavera comienza a enterrar un invierno que ha durado demasiado: 33 años. Le puede el frenesí a la superstición. Cada día un poco más engalanada. Ya ha empezado la cuenta atrás. El 29 de abril puede llegar el tercero. El último día que se lloró de felicidad. Los números, el azar y la fe. La suma de la fecha dice tanto: 29 + 04 + 1990: 2023. La misma temporada en la que Argentina ha sido campeona. Como pasó con Diego en el 1986. Allí, la vida le pertenece a la esperanza, al revés que decía Cortázar.

El Maradona es su metáfora. Un estadio viejo, hundido en la tierra, lleno de pintadas y nada moderno. Pero un corazón no necesita billetes, necesita latir, el bombeo. Hervidero este de gentes que anhelan una redención que solo puede darles el Scudetto. Nada ha cambiado desde que Maradona se fuera. Solo el nombre del lugar. Sigue sonando la misma canción, la del soldado enamorado desde la distancia, y el corazón late con el baipás.

Te dirán que es sucia, antigua y pobre. Nápoles es bonita hasta cuando pierde, cuando no sale el sol, cuando el Vesubio se esconde en la niebla, cuando peca su gente. Nápoles es una ciudad que no duerme, tampoco suda. Dicen los especialistas que sufre de anhidrosis. Hay excesivo calor y no es porque el Vesubio este caliente. En Nápoles hay demasiado mundo como para vivirlo solo una vez. Por eso, yo no me canso de volver. Nápoles es la vida, Nápoles es la fe.

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Pipe Olcina
Pipe Olcina

Written by Pipe Olcina

Periodista. Escribir, la mayor de las armas.

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